
Es como si la vida se detuviera y se despertara el sin sentido de las cosas, pero también puede ser un gran alivio, cuando es uno el que decide poner el fin.

La mayoría de las personas no estamos preparadas para realizar un duelo sano ante una pérdida, nos negamos el derecho que todo ser humano tiene de externar el dolor tan intenso que se tiene en estos casos, sobre todo la pérdida por muerte, o cualquier pérdida en general, puede ser por, pérdida de trabajo, perdida de la niñez, nivel económico, la novia, el objeto al que le damos un valor emocional, etc.

En la vida hay eventos que nos resultan muy dolorosos, recuerdos del pasado que no se van de nuestras vidas, heridas que no podemos sanar porque seguimos pensando en ese ayer, y eso nos deja avanzar.

Nuestra «libre» elección de pareja es, en último término, un producto de nuestro inconsciente, Y lo que desea el inconsciente es ser completo, y curar las heridas de la infancia.

La calidad con que nos vivimos la vida está íntimamente relacionada con las primeras experiencias infantiles, con las vivencias de nuestro niño interior, con sus carencias, aquello que deseábamos que nuestros padres nos dieran y nunca nos dieron o nunca nos atrevimos a pedir.