La calidad con que nos vivimos la vida está íntimamente relacionada con las primeras experiencias infantiles, con las vivencias de nuestro niño interior, con sus carencias, aquello que deseábamos que nuestros padres nos dieran y nunca nos dieron o nunca nos atrevimos a pedir.

El niño o niña interior conjunta todas las potencialidades en el estado más puro y permite la realización en todas las áreas de la vida. Cuando no se vive plenamente se habla de que puede haber un Niño Interior Herido.

La causa de que esto radica en los aprendizajes emocionales que tuvimos desde la concepción en el vientre materno hasta los 9 ó 12 años de edad.

Cuando somos niños somos profundamente dependientes para sobrevivir, a diferencia del resto de los animales, nosotros nacemos profundamente vulnerables y dependientes.

Cuando una persona tiene un Niño Interior Herido revive una y otra vez los mismos sentimientos negativos como amargura, vacío, desilusión, tristeza, rencor, miedo o desconfianza, etc.

Las bases más importantes de tu conducta de adulto se encuentran en la infancia, (aunque posteriormente fuiste añadiendo elementos que te ayudaron a construir tu propia personalidad) y si esta etapa fue tormentosa, tus resultados en la vida adulta lo serán en igual manera.

Según muchos terapeutas, casi todas nuestras creencias y patrones de comportamiento, tanto negativos como positivos, los aceptamos cuando teníamos entre 0 y 6 años.

A partir de entonces, nuestras experiencias se han basado en lo que aceptamos como verdad desde aquella época de nuestra vida.

 

Si hemos crecido en un hogar «disfuncional», donde nos criticaban constantemente, nos exigían perfección, donde existía falta de amor y de cariño, lo más seguro es que actualmente continuemos tratándonos del mismo modo, minando así nuestra autoestima y energía

Sanar al niño o niña interior es desaprender lo aprendido, es decir, comenzar a sanar en primer lugar la relación con uno mismo; después con aquellas personas que integran su círculo afectivo como la pareja, padres, amistades, jefes, entre otros.

El proceso de recuperación de nuestro niña o niño interior, permite hacerse cargo de lo que hasta ahora percibían los demás; en vez de culpar se aprende a ver las oportunidades que la vida da para sanar esa vieja espina que reaparece una otra vez.

Consiste en reconocer y conectar las experiencias no deseadas de la actualidad al pasado, hacerlas conscientes, liberarlas; estar en el lugar del otro para cerrar asuntos pendientes, perdonarse y perdonar, reconciliarse y consolidar los recursos benéficos, que también se tienen, para mejorar.

Date la oportunidad de sanar a tu niño interior y recuperarás la frescura de la infancia, la felicidad que se te ha ido perdiendo con el tiempo y verás la vida como un caleidoscopio.

Date la oportunidad de ser libre y amar nuevamente y te sentirás a salvo de este mundo de temores, aflicciones. .. en fin, de esta locura en la que vivimos.